jueves, 11 de septiembre de 2008

Joaquín Arriola: la visión económica de CCOO


Mundo Obrero, septiembre de 2008.

Para actuar sobre la realidad transformándola es necesario tener un conocimiento profundo de la misma y diseñar unos objetivos a alcanzar mediante la acción, lo que implica definir unas metas que sean alcanzables con los recursos humanos, materiales y de tiempo disponibles.

En las organizaciones esta vocación de intervenir sobre la realidad se racionaliza en procesos que suelen adoptar la forma de congresos, en los cuales se pretende mejorar el conocimiento de la realidad y adecuar los objetivos, metas y medios de intervención a los cambios que han producido en la realidad y en la propia organización. Un congreso sindical o político se convierte por tanto en un cónclave en el cual la organización reflexiona sobre sí misma y sobre su entorno, y busca proyectarse hacia el futuro mejorando la eficacia (consecución de las metas previstas) y eficiencia (recursos necesarios para lograr los objetivos). Las empresas han adoptado un procedimiento parecido de fijación de objetivos de largo plazo y de medios de intervención a corto plazo, que se denomina planificación estratégica, que se convierte en un instrumento par mejorar el rendimiento de la actividad, en el cual el análisis de la propia organización y del entorno en el que pretende actuar (el mercado, las instituciones) condiciona el éxito de la planificación.

Las empresas además asumen que es de gran importancia no solo actuar en el día a día del negocio, sino contar con una visión (que sintetiza como concibe la organización el futuro a medio y largo plazo, en otros términos el consenso en torno a la sociedad ideal de la organización) y con una misión (que explora el papel que la organización se da a sí misma en la sociedad en la que actúa).

Es claro por tanto que una organización que no disponga de un análisis profundo de la realidad, o que no tenga claro cual es su visión del futuro y su misión en esta vida, difícilmente cosechará muchos éxitos en la persecución de sus objetivos.

Ante un proceso congresual de una organización, podremos deducir de los objetivos o metas que se plantean, si dispone del análisis, visión y misión pertinentes para mejorar la calidad de su intervención en la realidad.

Comisiones Obreras va a realizar su 9º congreso confederal en medio de una crisis económica similar a la que vivió España en 1992/93, cuando en dos trimestres se perdieron más de medio millón de empleos, y al final de la crisis en el segundo cuatrimestre de 1994, el empleo había caído al nivel de 1988.

Hay que recordar que como consecuencia de aquella crisis se produjo un debilitamiento estructural de las organizaciones sindicales que se tradujo en una creciente pérdida de influencia y una cada menguante capacidad para cubrir a los trabajadores con la protección de la negociación colectiva. En efecto, desde 1994 el porcentaje de trabajadores protegidos por convenios colectivos ha descendido del 62% al 53%, pues desde 1994 los ocupados han aumentado en 8 millones de trabajadores, pero los cubiertos por convenios colectivos solo han crecido en 3 millones. La jornada laboral pactada solo se ha reducido 10 horas en quince años, y mientras que el valor de la producción en términos corrientes (sin descontar la inflación) se ha multiplicado por 2,4 desde 1994, el total de salarios pagados solo se han multiplicado por 2,1, y eso que los ocupados han aumentado en un 62% -el salario nominal medio solo ha aumentado un 30% en dicho periodo).

Estos datos son suficientes para percibir que hay una debilidad estructural en el movimiento sindical que sin embargo no se aborda con claridad en los documentos preparados para el próximo congreso de Comisiones Obreras. En ellos, más bien, se percibe un discurso que no se aparta demasiado de la retórica de moda en círculos gubernamentales. De hecho, el lenguaje, los conceptos, el diagnóstico económico, es el mismo que generan las estructuras de poder dominantes en la sociedad. Dice el gobierno en junio de 2008 en el Informe económico del presidente de gobierno 2008:

La idea principal que subyace en la estructura del informe es la necesidad de continuar avanzando en el cambio del modelo productivo en España, hacia un crecimiento económico más equilibrado en su composición, más sostenible en el tiempo y basado en la economía del conocimiento. Para ello, el Capítulo 2 analiza la evolución y el ajuste del sector de la construcción residencial que, junto a los servicios, ha sido el más dinámico en el último periodo. El Capítulo 3 analiza algunas de las políticas que afectan al capital humano y tecnológico y que ayudarán a desarrollar sectores con mayor valor añadido. A este respecto, es importante señalar que, como ocurre siempre en los procesos de ajuste, la economía volverá a su senda de crecimiento potencial cuando las inversiones productivas y los trabajadores de los sectores cuya actividad se está viendo ralentizada se recoloquen en las actividades que liderarán el nuevo ciclo de crecimiento de la economía. Finalmente, los Capítulos 4 y 5 ponen de relieve que este cambio de modelo productivo debe hacerse atendiendo a consideraciones de carácter social y medioambiental.

Y repite el programa de acción, a debatir el en Congreso, aprobado por el Consejo Confederal de Comisiones Obreras el 9 de junio :

Por tanto, es imprescindible y urgente acometer cambios sustanciales en el modelo económico y productivo, como demanda CCOO, con políticas dirigidas tanto al diseño de un modelo energético que apueste por reducir la fuerte dependencia de nuestro país, como al refuerzo de las infraestructuras físicas y tecnológicas que faciliten la competitividad de las empresas y favorezcan la ordenación del desarrollo territorial e industrial, su sostenibilidad y el cumplimiento de los retos medioambientales. En este sentido es prioritario fomentar el estímulo a la I+D+i en toda la actividad productiva, para impulsarla y para que los recursos del Fondo Tecnológico creado por la Unión Europea ayuden a corregir los déficits que, pese al incremento de las dotaciones presupuestarias de los últimos años, se siguen arrastrando. Es preciso apostar por un proyecto a largo plazo que diseñe e implemente políticas horizontales y sectoriales que contribuyan a que el peso de la industria española se equipare al de la UE en torno a 2015, que desarrolle los servicios de alto valor añadido y que, junto a un modelo integrado de transporte, impulsor de la movilidad sostenible y de la intercomunicación regional e internacional, permita cumplir con los requerimientos derivados del Protocolo de Kyoto y las normativas medioambientales en vigor o que están en proceso de desarrollo. A su vez, hay que aprovechar las oportunidades que se desprenden de estas normativas para ganar en bienestar y poder disputar los nuevos nichos de mercado que aparecen para los productos y procesos que contribuyen a evitar un cambio climático indeseable.

Coincidir en el análisis con el gobierno no es una perversión en sí mismo. Pero sí resulta preocupante cuando el análisis elaborado coincide en situar en el lento proceso del cambio estructural (“cambiar el modelo de crecimiento”) la solución al inmediato aumento del desempleo, o al rápido deterioro de la calidad de vida de una parte sustancial de los trabajadores españoles. Y más grave, aun, cuando el análisis se basa en propuestas absurdas, como pedir que el peso de la industria española se equipare al de la UE (es decir, que se reduzca) o idealistas (como exigir a la “iniciativa privada” el “impulso de una política sectorial activa”, olvidando que a) las políticas sectoriales activas están limitadas por la legislación comunitaria en materia de ayudas de estado y b) el capital (al que se refiere el documento con el eufemismo de la “iniciativa privada”, como si no fuera privada, por ejemplo, la iniciativa del sindicato, o a la de los becarios contra la precariedad laboral....) no está capacitado para desarrollar políticas sectoriales, porque su marco de intervención es el de las decisiones individuales (microeconómicas). Algo sabido desde la época de Keynes, pero que 70 años después ha desparecido de la sabiduría colectiva del sindicato.

El largo y tedioso listado de exigencias, reclamaciones y demandas en que se resumen las propuestas de intervención estructural del documento sindical parece puesto a propósito para ocultar las graves contradicciones en que se resume la ideología dominante del sindicato. Valga el siguiente ejemplo: en un momento, se afirma (correctamente) que “el creciente protagonismo del los Fondos de Inversión” en la financiación de la economía española “afecta a la capacidad de intervención del sindicato en la empresa,... y dificulta el abordaje de los procesos de innovación para hacer a las empresas más productivas”. Dicho esto en la fase de diagnóstico, rápidamente se olvida, y a la hora de plantear las acciones se afirma “Seguiremos trabajando por un desarrollo adecuado de la previsión social complementaria, especialmente impulsando los Planes y Fondos de Pensiones y, en su caso, las mutualidades de previsión social empresarial”. Es decir, los fondos de inversión reducen el margen de maniobra del sindicato, pero con el margen de maniobra que nos queda, seguiremos potenciando los fondos de inversión -que se alimentan en gran medida, no se olvide, de los recursos de los fondos de pensiones. ¿Que crédito puede merecer un programa sindical que promete que el sindicato se va a ahorcar con sus propias manos?.

En fin: los diez puntos de actuación en materia salarial -entre los cuales se encuentra la perla anterior sobre los fondos de pensiones- insiste en dar por bueno un discurso económico de baja calidad científica y académica que señala que los salarios deben acomodarse a las variaciones de la productividad. La retórica económica sobre la productividad es un puro cuento chino, que pretende combinar un factor estructural, que no se puede medir a escala microeconómica (a escala individual) como es la evolución de la productividad, con una variable monetaria de corto plazo, coyuntural, como es la expresión del valor del trabajo de los trabajadores dependientes (el salario). En el espacio temporal en que se define la negociación colectiva (un año) es la productividad la que depende del salario, y no al revés: páguese mejor a los trabajadores, y la productividad crecerá como consecuencia del aumento de la capacidad de consumo de los asalariados, y del consiguiente aumento de las ventas y del valor añadido. Los dirigentes sindicales parece que desconocen que los estudios macroeconómicos más sofisticados elaborados actualmente por la socialdemocracia europea insisten que un objetivo de la negociación colectiva debe ser que el conjunto de los salarios crezca al menos tanto como la productividad y la inflación juntas, como garantía de que la senda de crecimiento será la más ajustada al máximo posible . Plantear como hace el documento congresual que las reivindicaciones salariales se adapten a los incrementos de productividad en “empresas y sectores” es una renuncia explícita a la intervención sindical en la regulación de la coyuntura macroeconómica, fruto de la confusión reinante entre lo que pretende ser un discurso económico “moderno”, pero que en realidad es una aceptación acrítica de los fundamentos ideológicos del discurso del capital.

Puede ser interesante averiguar como se ha producido esta pérdida de autonomía en el discurso económico sindical de CCOO. Seguramente habrá razones estructurales, ligadas a la pérdida de influencia general del movimiento obrero y del pensamiento crítico, y otras más ligadas a la predomino de las tendencias conservadoras que se produce con el paso del tiempo en un momento u otro en toda organización de cierta dimensión. En cualquier caso, los mimbres con los que se está tejiendo el discurso económico de Comisiones Obreras no son los que se precisan para dotar al movimiento obrero español del protagonismo que le corresponde y que tantas fuerzas transparentes y opacas se esfuerzan por negarle.

Joaquín Arriola es profesor de Política Económica en la UPV.