jueves, 29 de mayo de 2008

IX Congreso de CCOO: Ideología y responsabilidad sindical


Fernando Ibáñez Seral.

Delegado de CCOO-Tudor y miembro de la Secretaría de Movimiento Obrero del Partido Comunista de Aragón.


Con el próximo periodo congresual ha llegado el momento de las ideas y el debate, ese debe ser el objetivo para nosotros, los comunistas en este IX Congreso Confederal de CC.OO. El Sindicato tiene que realizar un análisis de la situación actual, ver de donde venimos y marcar el rumbo de hacia donde vamos.

No es necesario repetir que la manera que tendrá el gobierno liberal del PSOE de gestionar la crisis a la que nos enfrentamos, dependerá de la presión que se pueda realizar desde los agentes sociales, desde la calle.

El PSOE, durante los años de bonanza económica ha mantenido, el gasto social, el gasto en educación, sanidad e investigación a niveles muy por debajo de los del resto de países de la UE. Este modelo económico ha propiciado una distribución de la riqueza totalmente injusta, en donde las trabajadoras y trabajadores hemos visto pasar por delante de nuestros ojos el insultante “superávit presupuestario” mientras nuestras economías sobrevivían con pena y sin gloria. En definitiva un desarrollo insostenible ecológica y económicamente.

Tras años de bonanza, la crisis no la podemos pagar los de siempre, y la dirección del Sindicato debe intervenir. Este IX Congreso marcará el programa de acción. El cómo afrontar este periodo dependerá de él. CC.OO. no puede consentir que la crisis reinvierta en el trabajador. Pero cualquiera puede tener un buen discurso. No basta con un programa de acción, sino que su aplicación, es el elemento diferenciador y fundamental (palabras, pero también hechos). La aplicación en el día a día, y en todos lo niveles del sindicato, de las decisiones surgidas del debate de las ideas depende de la dirección surgida en este Congreso, y los actuales gestores del Sindicato han demostrado que independientemente del discurso, terminan por no ir más allá del ámbito estrictamente laboral, dejando totalmente apartado su función sociopolítica o teniendo un papel de mera comparsa de las decisiones del gobierno.

El Sindicato debe apostar por un modelo económico fundamentado en el reparto justo de la riqueza, con un sector público capaz de ser motor de la economía y teniendo como objetivo principal el superávit social. El Sindicato debe huir de defender la opción menos mala, de conformarse con las migajas que puede proporcionar el liberalismo. CC.OO. tiene un modelo por el que apostar y convertirse en un gran activo para los trabajadores, fortaleciendo la participación de todos los afiliados SIN EXCLUSIONES.

Los comunistas debemos defender el carácter socio político del Sindicato, debemos de trasladar nuestro modelo económico al debate del próximo Congreso, y lo debemos de hacer sin fisuras. Ningún comunista puede defender un modelo sindical que no trabaje por implantar un modelo económico justo, social y sostenible. Tenemos de trasladar nuestras ideas al Sindicato. No existe el comunista a tiempo parcial, no puede haber un discurso distinto en el Sindicato y otro en el Partido. Esto no es para nada contradictorio con la idea, la cual yo estoy convencido, de que debemos luchar por un Sindicato independiente y plural, libre de las presiones de partidos políticos incluido el nuestro, pero nunca, y quiero repetir NUNCA independiente de las ideologías. Nuestra aportación en el debate es fundamental para fortalecer ideológicamente a las Comisiones Obreras.

Los Comunistas debemos fortalecer CC.OO. con nuestra capacidad, con nuestras ideas y con nuestro trabajo, duro y desagradecido trabajo. Solo de esta manera se puede trasladar el ideario comunista a las trabajadoras y trabajadores. Tenemos que seguir construyendo un sindicato unitario, plural y sociopolítico. Nuestro objetivo es el de unir, sin abandonar nuestros principios, la realidad es que con nuestras ideas no nos resulta difícil encontrar compañeros con los que compartir objetivos sindicales, es con esta gente con la que se puede sumar, y compartir el trabajo, sin excluir a nadie. No podemos perder la oportunidad que nos da este periodo congresual, de fortalecer nuestra organización y de crear junto con otros, estructuras medianamente organizadas capaces de resistir el envite liberal que también dentro del propio sindicato intenta barrer nuestras ideas de la sociedad.

Tenemos que desenmascarar a los falsos sindicalistas que viven de la discrepancia, que se fortalecen con el enfrentamiento y que después su actitud diaria es de servilismo con el poder marcado. Esta minoría se encuentra fuera de lugar con el trabajo, con el debate de las ideas pero nada como pez en el agua con la bronca congresual. Los que buscan separar y se aprovechan de la fragmentación siempre nos tendrán en frente. Los comunistas hemos sido y seremos ejemplo en el trabajo y en la militancia, y es allí donde reside nuestra fuerza.

A los comunistas se nos debe visualizar como un grupo, con una sola voz y sobre todo con un mismo mensaje, el de defender un sindicato plural y fuerte. Debemos ser un bloque, pero no un bloque rígido e impermeable, sino como un conjunto de personas capaz de sumar, de buscar consenso, de atraer a otros y dejarnos atraer por otros. Debemos de ser la garantía de un sindicato para todos, para todos los que creen en la lucha obrera.

Si nos mostramos medianamente cohesionados, con una apuesta sindical clara basada en nuestro modelo socialista de economía y sumados a los que comparten esta idea, contaremos con la suficiente fuerza como para aportar mucho al Sindicato, y ninguna dirección entrante podrá, o puede, obviar esta realidad. Se debe contar con nosotros, con nuestro referente, si se quiere tener una dirección fuerte, plural y capaz de afrontar los retos a los que se deberá enfrentar en un futuro no muy lejano.

El Sindicato no puede marginar nuestras aportaciones y debemos de tener nuestro espacio, en los órganos de dirección y en los documentos que marquen las líneas de actuación, para poder construir un proyecto común. Sin nosotros todos pierden, todos perdemos. Pero nuestro objetivo no es tener sillones en los cuales acomodarnos, nuestro objetivo es ser visibles, tener espacios de participación, de actuación, en los cuales poder trabajar. No podemos caer en el discurso fácil y cómodo, y huir de responsabilidades tildándolas de comodidades burguesas o calificativos parecidos. Debemos de luchar por tener dichas responsabilidades, con las que demostrar, con nuestro trabajo, que somos capaces de hacer un sindicalismo muy distinto a aquellos que tienen una fijación especial por los cargos. Para no caer en la marginación sindical, y para que en un futuro poder hacer de nuestras ideas las mayoritarias, debemos de ser visibles, tener la oportunidad de demostrar nuestra forma de trabajar. Debemos de tener “despachos” para llenarnos con los afiliados, que sean una puerta abierta a todos aquellos que solo encuentran puertas cerradas, lugares en donde mantener vivas la lucha de las ideas y a través de los cuales poder ser referente de otros compañeros que se encuentren perdidos y aislados en la gran estructura del Sindicato.

No podemos tener miedo a gestionar, por qué tenemos la capacidad, la fuerza y sobre todo las ideas. Porque nuestra gestión no es excluyente, es abierta a los afiliados, es garantía de participación y debate. Nuestra gestión es unión, se realiza junto con otros, escucha a la calle y sale a ella, pero tampoco tenemos miedo a enfrentarnos en las mesas de negociación con patronal y gobierno. No huimos ante ningún reto, no huimos del dialogo social, pero, me repito, sin dejar la calle.

Los comunistas tenemos opinión clara en cuestiones como; El acceso a una vivienda digna, lucha contra la precariedad laboral, lucha por un salario digno. Somos vanguardia a la hora de revindicar; Un proyecto industrial que consolide el empleo, un sector publico dinamizador de la economía, unas políticas de medio ambiente que aseguren la avance sostenible de la humanidad, actuaciones claras y directas para poner la salud laboral delante de cualquier objetivo económico, persecución contra la discriminación de las trabajadoras y trabajadores inmigrantes, solidaridad real entre regiones con políticas de vertebración del territorio, y sobre todo tenemos que aportar al sindicato nuestro esfuerzo a la hora de luchar por una igualdad de genero real, con actuaciones contundentes y valientes.

El IX Congreso debe servir para hablar de todos estos temas, debemos de dar un paso al frente, para avanzar hacia un sindicato abierto y útil a la clase obrera. No podemos perder esta oportunidad de organizar y de trabajar. Nuestro deber como comunistas es el de luchar por nuestras ideas y para ello debemos de trabajar y exigir con una sola voz nuestro importante espacio en CC.OO.

Tenemos un modelo económico alternativo al actual, un modelo más solidario, más sostenible, con mayores mecanismos de control, capaz de dar respuesta a la crisis a la que nos enfrentamos. El Sindicato es nuestra herramienta sin renunciar a su independencia, y nosotros nos debemos de poner al servicio del Sindicato sin renunciar a nuestros principios.

MUNDO OBRERO

JUNIO DE 2008.

La crisis del ladrillo acabó con 10.000 empleos en Cataluña en 2007


La crisis inmobiliaria del sector residencial se cobró en Cataluña en 2007 casi 10.000 empleos en el área de actividad de promoción, compra-venta y alquiler de vivienda, lo que supone el 25% de la población ocupada en el sector.

Así consta en el informe Ocupación en Cataluña 2007, que ha presentado CCOO en rueda de prensa y que señala que esta cifra supone el 25% de la población ocupada en estos sectores.

Este descenso muestra la fase de ajuste que vive este segmento de actividad después de un año 2006 donde algunos sectores como la construcción ya sólo crearon empleo en un 2%. La secretaria de Acción Socioeconómica de CCOO en Cataluña, Dolors Llobet, ha solicitado un esfuerzo de formación para que todo este excedente de personal "pueda reconvertirse y recolocarse en sectores más productivos".

"Necesitamos políticas activas de empleo flexibles y adaptadas, que permitan a cualquiera mejorar su formación y poder cambiar de sector para ir allá donde se crea empleo", ha señalado Llobet. Además, el informe apunta que la construcción en general sufrirá una pérdida de empleo neto durante este año 2008, pese a que pueda reactivarse la obra pública.

El portavoz de CCOO, Manel García Biel, ha defendido por su parte que "en los planes para afrontar la crisis no hay que dar ni un duro a los sectores que nos han llevado a esta situación" ya que, a su juicio, "los recursos que hay se han de destinar bien a los sectores adecuados y a aumentar el gasto social, con más escuelas, y más ambulatorios, para que la crisis económica no derive en una crisis social".

Reforma en profundidad de las políticas de ocupación

La tasa de paro ha pasado en Cataluña del 6,7% en diciembre del 2006 al 7,6% en el primer trimestre del 2008, con lo que, según el estudio presentado hoy, se confirma "un cambio de tendencia en el mercado de trabajo, que necesita de una reforma en profundidad de las políticas activas de ocupación y formación".
"Pensamos que este año nos enfrentaremos a aumentos de la tasa de paro en Cataluña que no se habían producido como mínimo desde el año 2002", señala el informe, que denuncia que el problema de desempleo resultará especialmente grave para las personas de entre 45 y 54 años. Además de la construcción, también podrían producirse caídas de empleo en otros sectores, como la hostelería, a causa del descenso del consumo de las familias, según el estudio.

Asimismo, CC OO denuncia que cerca de 550.000 trabajadores tienen una formación muy superior al puesto laboral que ocupan.

Agencia EFE.

28 de mayo de 2008.

miércoles, 28 de mayo de 2008

2 días, lecciones de una lucha


Resolución del XIII Congreso del PSUC viu.

25 de mayo de 2008.


El caso de TMB nos enseña que hay esperanzas para el movimiento obrero organizado, de como a través de una buena información se puede conseguir que un grupo de sujetos conscientes puedan volverse en sujetos revolucionarios bajo un lema tan sencillo como los 2 días de descanso semanal.

Han tenido que pasar varios meses, 18 jornadas de huelga, y la amenaza de una huelga indefinida sin servicios mínimos para que el Ayuntamiento y la empresa cedieran. Han conseguido reducir la jornada sin merma salarial. Esta victoria de los conductores de TMB supone un ejemplo para el conjunto de la clase obrera, tanto por la determinación y disposición de lucha, como por los métodos que han utilizado, los métodos tradicionales de la clase obrera.

La intención del Ayuntamiento y la empresa era derrotar esta lucha, dando un ejemplo al resto de trabajadores y trabajadoras municipales, y en general al conjunto de la clase obrera. Para ello pusieron en funcionamiento todos los medios a su alcance y disposición. La represión policial fue brutal, con varios trabajadores detenidos y agredidos por los mossos, una presencia verdaderamente provocadora de los antidisturbios en las cocheras y allá donde fueran los conductores. La represión sindical también fue destacada, con sanciones, expedientes y amenazas de despidos al comité de descansos.

Durante todo el conflicto ha habido aspectos clave. En primer lugar, las asambleas de conductores democráticas y decisorias. En todas las asambleas de conductores se contraponían planes de luchas, y finalmente se votaban para que la mayoría decidiera, en segundo lugar el comité de descansos y los propios conductores han tenido un método no sectario hacia los sindicatos. Y en tercer lugar, llevar el conflicto hacia fuera. Ganar el apoyo y la solidaridad de los jóvenes y trabajadores y trabajadoras de Barcelona. La edición de múltiple propaganda: carteles, panfletos, tres números de un periódico gratuito, pegatinas, ha contrarrestado la campaña de los medios de comunicación, consiguiendo aumentar la aceptación social.

Aun se dice y oímos que no se ha conseguido nada o lo que es aun mas grave, que no ha merecido la pena, pues nosotros decimos:

Reducir los días de trabajo anuales en mas de 20, conseguir que de los 98 días de fiesta al año disfrutadas en 2 días a la semana, 61 sean en sábado y domingo, conseguir que la jornada de los otros 5 días(de trabajo) solo aumente 25' para obtener 1 DIA mas de fiesta, lo que significa una considerable rebaja en la jornada de trabajo anual sin merma del salario, si todo esto dicen que no es nada: ¿Por qué no lo dio la empresa, la Entitat Metropolitana del transport o el Ayuntamiento, que para el caso es lo mismo?. ¿Por qué no se firmó en el convenio anterior?. ¿Lo concederán al resto de empresas del sector si tan barato es?. ¿Lo darán al Metro porque costará mucho menos al tener ya los 2 días pero sin tantos sábados y domingos?.

El papel de los 2 grandes sindicatos, por otra parte, ha sido, como en otros muchos casos decepcionante, es un claro ejemplo que ser un gran sindicato, no es ninguna garantía para el salto cualitativo, la cantidad, muchas veces, sin una estrategia de clase, no lleva a la calidad. Comisiones Obreras (CC.OO) no supo estar a la altura de las circunstancias, empezando en la firma del primer convenio, donde quizás se hubiera ahorrado muchas complicaciones si, al saber de la aprobación a 2 años vista del decreto 902/2007 sobre descansos, se debería haber dejado abierto el convenio a través de una disposición transitoria para así poder configurar el convenio sin necesidad de otro proceso de negociación.

Ya que no es lo mismo llegar a una negociación con los 2 días conseguidos, e instalados en la base de condiciones de trabajo de los trabajadores y trabajadoras de TMB que sin ellos, ya que a partir de dicha base se podrán conseguir mejoras ,a partir de una base mas alta ,en la negociación.

Pero eso no interesaba, y no solo a la dirección de TMB.

Si, como decía Marx, la historia nunca acontece en circunstancias de nuestra elección, aprendamos a transformar dichas circunstancias con nuestro trabajo y solidaridad con la clase obrera en lucha, así evitaremos caer en un enfoque de falsa necesidad según el cual no tenemos ninguna opción al enfrentarnos a una empresa de "servicio publico" y a la administración, que no olvidemos no son ningún fenómeno natural que no podamos cambiar, y por tanto son desbordables y superables.

VIVA LA CLASE OBRERA.

VIVA LA LUCHA DE TMB.

lunes, 26 de mayo de 2008

Ante la crisis, no al pacto social


Resolución del XIII Congreso del PSUC viu.
25 de mayo de 2008.


Las fuerzas tecnológicas y productivas han alcanzado actualmente tal nivel de desarrollo que se podrían satisfacer las necesidades humanas básicas globalmente, erradicando el hambre y las epidemias, el analfabetismo, la miseria y las injusticias sociales. No hacerlo es un crimen, un inmenso genocidio, pero es la lógica del sistema, del dios dinero, del capitalismo del siglo XXI, la lógica del beneficio privado por encima de cualquier otra consideración.

No dudan en explotar a las personas y someter a pueblos enteros, en utilizar la violencia y la guerra como medio y como fin, para el expolio de las riquezas y militarizando la economía y las relaciones internacionales. En malbaratar los recursos naturales y en expoliar la naturaleza. Invierten fabulosos recursos económicos en los medios de comunicación y de cultura de masas, para que las personas crean que no hay nada que hacer, que no vale la pena luchar, que cambiar esta lógica por otra lógica que tenga al ser humano como centro de la política y de la economía es imposible.

Crisis inmobiliaria, crisis financiera, crisis alimentaria, crisis energética, crisis industrial, ecológica y climática, todas estas crisis que ahora y aquí coexisten son expresiones de una crisis del sistema, de las que el sistema intentara salir con recetas neoliberales, conservadoras o socialdemócratas según sus posibilidades. Cada vez esta mas claro que el futuro de la humanidad es socialismo o barbarie, o una sociedad y un mundo donde cada persona aporta según su capacidad y recibe según sus necesidades o la competitividad y la lucha cada vez más feroz entre personas por la supervivencia dentro de este sistema.

Durante los últimos años el gobierno del PSOE ha prolongado el modelo económico del PP, realizando una nueva rebaja de impuestos, del IRPF y del impuesto de sociedades. El pasado 18 de abril, el consejo de ministros aprobó el Plan Solbes, el Plan de Estimulo Económico (2008-2009), un conjunto de medidas para hacer frente a la crisis económica. El grueso del plan, valorado en 1.600 millones de €, corresponde a rebajas fiscales, entre ellas la reducción de 400 € lineales en el IRPF (solo y exclusivamente de las personas que lo paguen) y la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio.

Hay una diferencia fundamental ahora respecto a las crisis anteriores, es el nivel de endeudamiento de las familias, que tiene relación directa con la especulación inmobiliaria y los precios que ha habido que pagar por la vivienda. En el año 1995 el endeudamiento de las familias era del 40% del PIB, mientras que en la actualidad esta en el 100%. Por lo tanto el coste social de la crisis puede ser mucho mayor que en ocasiones anteriores si no somos capaces de evitarlo.

La crisis termina con un largo ciclo de crecimiento económico, que ha servido para multiplicar los beneficios empresariales, tener superávit en los presupuestos públicos, para rebajar impuestos (IRPF, empresas). Hemos pasado del déficit 0 del PP al superávit presupuestario del PSOE.

Un largo ciclo de crecimiento económico que ha conocido un incremento bestial de la explotación de la clase obrera de nuestro país, traducido en bajos salarios, perdida de poder adquisitivo, reducción del peso de los salarios y pensiones en la renta nacional, una siniestralidad record entre los países de la UE, una precariedad laboral sin parangón, la subcontratación como estrategia de abaratamiento de costes laborales, una economía sumergida basada en la explotación de la mano de obra inmigrante sin papeles, una privatización de lo publico y una aplicación sistemática de la gestión privada de lo publico, entre muchas otras cosas.

Necesitamos otra política económica frente a la crisis, que debería ser intervencionista, reguladora del libre mercado que nos ha conducido a esta situación critica. Intervenir para reducir la intensidad de la crisis en nuestro país, para reducir la caída del PIB. Se debería reformar el estatuto de independencia del banco Central Europeo para que fuera un instrumento más de intervención económica para la defensa del empleo y de la economía productiva y no solo un garante de la inflación. Mientas tanto presionarle para que baje los tipos de interés.

Un plan económico contra la crisis debería tener un mayor contenido social para paliar la pérdida de renta de los más vulnerables, con ayudas directas y una mayor provisión de servicios públicos, como complemento del salario directo. Si el estado debe gastar mas, que lo haga en bienes y servicios socialmente útiles, no con cheques (por nacimiento de hijo 2.500€, 400 € IRPF). El impacto de los 6.000 millones de € del IRPF se optimizaría con acciones directas, como por ejemplo la construcción de un hospital, que genera miles de puestos de trabajo directos e indirectos.

Hacen falta más recursos públicos y no rebajas fiscales. Un nuevo impuesto sobre grandes fortunas, perseguir realmente el fraude fiscal y la economía sumergida, haber aumentado y no suprimido el impuesto sobre el Patrimonio. Reducir de forma sustancial todos los gastos militares, directos e indirectos, de los presupuestos del estado. Enviar la monarquía al desván de la historia y pasar el rodillo fiscal también a la familia real. Que la iglesia católica también pague impuestos.

Y todo ello para incrementar el gasto social en temas clave como la financiación de la nueva ley de dependencia, para que sea efectivamente un nuevo derecho sin restricciones y de creación de empleo estable y con derechos, un nuevo servicio público. Para que la sanidad, la enseñanza, la dependencia, las pensiones y el salario mínimo tengan recursos suficientes para aumentar la calidad de sus servicios y el nivel de vida de la ciudadanía. Unos servicios públicos de gestión pública que sean los únicos que reciban financiación pública.

También mejorando sustancialmente los servicios públicos de empleo, haciendo desaparecer el prestamismo legal de las ETT´s y acabando legalmente con las empresas de servicios integrales. Para dotar de medidas efectivas un Fondo de Rescate Hipotecario para ayudar a las familias con menores rentas frente a las hipotecas. Para desarrollar una política industrial activa, con inversiones en capital físico (infraestructuras de comunicaciones y de telecomunicaciones) y en capital humano (enseñanza, formación, I+D+i). Para crear una red de protección social para los colectivos más vulnerables, como los trabajadores de la construcción, las personas inmigrantes, los jóvenes y las mujeres.

No al pacto social

Estamos con CC.OO. cuando este 1º de Mayo anunciaba que la crisis no la pagarán los trabajadores y las trabajadoras. Hay que profundizar en este discurso, con una oposición clara a los pactos de rentas, a seguir conteniendo los salarios y las pensiones y perdiendo poder adquisitivo. Hay que exigir mejoras salariales y aumento sustancial del salario mínimo y de las pensiones mínimas.

No al pacto social de rebajas empresariales, ni en las cotizaciones en la seguridad social, porque se descapitaliza, ni en los impuestos, porque no reinvierten en las empresas, lo reparten en dividendos. No a mas facilidades a la patronal para el despido, ni mas flexibilidad para la contratación y el ajuste de plantillas. Al contrario, los costes altos de despido contribuyen también al mantenimiento del empleo. Hay que recuperar los 45 días por año trabajado para cualquier tipo de despido improcedente.

Hay que plantear que entre de una vez la democracia en los centros de trabajo, que no puedan aprobarse medidas que afectan al empleo o a las condiciones sustanciales sin que las plantillas sean consultadas previamente por sus representantes legales. Que dejen de ser ejecutivas las medidas empresariales, individuales o colectivas, de cualquier modificación sustancial de condiciones de trabajo o de empleo, y que se requiera la aprobación previa de la administración del gobierno de turno. Que los despidos improcedentes tenga derecho de readmisión la persona despedida y que el despido no se sustancie hasta que no exista sentencia firme. Que en la subcontratación se persiga el fraude y la cesión ilegal de trabajadores, garantizando además el derecho de subrogación y las mismas condiciones salariales y derechos que la empresa principal, evitando la reducción de costes vía subcontratación.

Que se recupere la causalidad en la contratación (trabajo fijo – contrato fijo) y se endurezcan las condiciones para la aceptación de expedientes de regulación de empleo, en especial en las empresas con beneficios. Que se reinvique la reducción de jornada a las 35 horas semanales, por ley por negociación colectiva, sin reducción salarial ni aumento de ritmos. Que se avance decididamente a un nuevo patrón productivo, superando este modelo de crecimiento basado en la especulación, del suelo y financiera, por un nuevo modelo productivo, por una economía más real y eficiente.

También deben incluirse en ese debate algunos temas que es necesario abordar: No debe dedicarse ni un € a la escuela privada. Deben dejar de existir la mutuas de accidentes, que hacen la gestión policial de la bajas medicas y desde el punto de vista sanitario toda la atención medica debería se competencia de la seguridad social.

Debe revisarse el Pacto de Toledo y volver atrás la separación de fuentes, siendo el estado el responsable directo que garantiza las pensiones, acabando con el discurso actual que persigue reducir el gasto social en pensiones. Los representantes legales de las personas trabajadoras deben tener presencia en los consejos de administración de todas las empresas, para garantizar un nivel efectivo de control de la gestión empresarial y del cumplimiento escrupuloso de la legalidad.

Resumiendo, no al pacto social. Si al cambio de modelo productivo, pero como este cambio requerirá tiempo, necesitamos redes sociales potentes que garanticen la máxima protección social. Y movilización social, sindical y política, la que sea necesaria para tirar adelante, para evitar las políticas antisociales y para defender los derechos y reivindicaciones de nuestra gente.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Rodolfo Benito: El sindicalismo de hoy


Intervención de Rodolfo Benito presidente de la Fundación Sindical de Estudios, y miembro de la Comisión Ejecutiva Confederal de CCOO, el miércoles, 30 de abril, en un acto de Delegados y Delegadas, en La Unión Intercomarcal de CCOO de Buñol (Valencia).

Hoy como ayer, el sindicalismo sólo puede ser concebido como sujeto de cambio social, o lo que es lo mismo: hoy como ayer el sindicalismo está obligado a actuar para transformar la sociedad. Ése es su gran desafío, lo que en primera instancia el sindicato tiene que asumir de manera inequívoca si no quiere perder su propio sentido, su propia razón de ser.

Y para abordar este desafío, el sujeto sindical tiene que tener los objetivos claros, pero también debe contar con estrategias definidas, y por lo tanto, el sindicalismo tiene que ser capaz de interpretar correctamente cuáles son las claves que configuran la realidad en la actualidad, tanto en su vertiente estrictamente laboral como en su vertiente social; tiene que saber dónde se sitúan los intereses de los trabajadores y trabajadoras; tiene que identificar qué formas adopta el conflicto general.

Mucho se ha hablado del impacto de la globalización sobre los nuevos modos y las nuevas estrategias productivas, y, sin duda, se trata de un factor determinante para hablar con seriedad del sindicalismo de hoy.

Efectivamente, la globalización, que no es un fenómeno nuevo sino más bien muy antiguo, se encuentra articulada ahora sobre nuevas tecnologías, lo que le proporciona mayor intensidad en tanto que se eliminan en gran medida las fronteras del espacio y del tiempo. Es esa nueva dimensión espacio-temporal la que presta a las empresas la posibilidad de nuevas estrategias productivas, a la vez que se establecen nuevas y más difusas relaciones entre lo laboral, lo social, lo económico y lo político; induce también una mayor complejidad y diversidad a los mecanismos y las reglas contractuales, por lo que resulta más difícil identificar a sus agentes, al tiempo que se fragmenta la propia clase trabajadora.

La globalización realmente existente no es, por tanto, un simple aumento de las relaciones externas y de apertura económica de los países. Es algo más preciso, que comporta libertad de comercio, de movimiento de capitales, de instalación de empresas transnacionales de ámbito mundial, e induce, como consecuencia, a unas determinadas prioridades en la política económica.

En palabras del Director de la Fundación General Universidad Complutense de Madrid, uno de los rasgos más determinantes del actual proceso de globalización es el grado alcanzado por la transnacionalización empresarial, lo que podríamos denominar la globalización de la producción, que ha hecho que las relaciones entre capital y trabajo rompan sus limites nacionales y se establezcan sin pedirse el carné de identidad, sin consideración de nacionalidad; arrastrando detrás de sí toda la trama de relaciones que lleva consigo la actividad de empresas que reúnen capitales, se dotan de medios de producción, los amasan con fuerza del trabajo y tecnología, compran y venden, generan excedente, pagan o eluden impuestos.

En esta línea, la transnacionalización productiva facilita a cierto tipo de empresas radicarse allí donde en cada momento encuentran las condiciones más favorables para sus intereses, competitividad y cuenta de resultados; una movilidad del capital productivo que le permite acceder a la oferta de trabajo mundial, poner en contacto a distintos mercados de trabajo y modificar, conviene subrayarlo, los procesos de formación de los salarios por medio del desplazamiento de los capitales y de las empresas por ellos promovidas, o simplemente por la amenaza de llevar a término procesos de deslocalización capaces de dejar vacías áreas geográficas hasta ayer llenas de vida.

El pasado 17 de abril, Nicolás Sartorius, en una conferencia pronunciada en la Fundación Sindical de Estudios, llamaba la atención precisamente sobre los procesos de concentración empresarial, una concentración, sostenía, que obedece a que el mercado, al ser global, precisa de inversiones de capital y empresas globales. Solo así se entiende y explican las fusiones, opas, que cada vez crean concentraciones más poderosas, hasta el punto que sectores enteros están en manos de unas cuantas corporaciones de inmenso tamaño y poder.

De esta situación se deriva que las grandes corporaciones, auténticos actores globales que están mucho más allá del Estado-Nación, y se mueven a nivel mundial, sean mucho más fuertes que los Estados y determinen la situación económica de territorios. Además, tienen gran poder mediático por su penetración en los medios de comunicación.

De otra parte, también conviene señalar el excesivo predominio de las actividades financieras a escala internacional, por encima de la producción de bienes y servicios, y ante lo que el sindicalismo no puede mirar para otro lado, como si esta cuestión no fuera con él.

El papel preponderante que en los últimos años han venido alcanzando los fondos privados y especulativos de inversión, son el arquetipo de la creciente financiarización de nuestra economía.

Este nivel de financiarización que ha alcanzado la economía a escala internacional, incorpora riesgos más que evidentes para el empleo y para unas sólidas relaciones laborales.

El proceso de liberalización de los movimientos internacionales de capital afecta al poder de negociación de los sindicatos. Y precisamente la actual crisis financiera generada en Estados Unidos, el centro del sistema financiero, ha puesto en evidencia las debilidades de este proceso y la necesidad de una mayor regulación de los movimientos internacionales de capital.

Los impactos de la globalización se están verificando aquí y ahora, y la fragmentación y diferenciación del colectivo trabajador, tanto en su vinculación con el empleo como en las condiciones en que se desempeña el trabajo, están configurando la realidad laboral de nuestro entorno. Esto implica que las referencias en salario, jornada de trabajo, exigencias en el empleo y condiciones del mismo, tradicionalmente compartidas por amplios colectivos laborales, han perdido gran parte de su fuerza aglutinante; y la han perdido en todas partes.

Esas condiciones de empleo y de trabajo fragmentadas inciden en la acción colectiva de los trabajadores y, por tanto, suponen el primero de los retos que el sindicalismo debe afrontar para no adquirir, si no ahora, sí en poco tiempo, un papel más limitado en la defensa de intereses y derechos del conjunto de la clase trabajadora.

Efectivamente, la extensión y consolidación de la descentralización productiva y sus consecuencias en la externalización de actividades, subcontratación de obras y servicios, deslocalización, emergencia de empresas multiservicios, que en su versión más extrema (que probablemente desde la lógica empresarial sea su auténtico objetivo), lleva a la mercantilización de una parte de las relaciones laborales, a lo que hay que añadir los usos y abusos de las distintas modalidades contractuales.

Ambos procesos han determinado la individualización creciente de las relaciones laborales; una individualización que, además, lejos de obedecer a la voluntad de los trabajadores, o a dinámicas micro-corporativas, no es sino un efecto de la imposición de las empresas, del fortalecimiento experimentado por las empresas para el establecimiento de dichas relaciones laborales, bajo la premisa ultraliberal de que la competitividad se asienta únicamente en los bajos costes y, de manera especial, en los bajos costes salariales.

Efectivamente, no sólo, pero también en España se ha abierto camino un modelo de competencia basado en la presión sobre el factor trabajo, lo que significa el desplazamiento del debate sobre competitividad de su verdadero centro de gravedad, que siendo, efectivamente, la empresa, no es el vínculo con el factor trabajo a la baja lo que la determina, sino la capacidad de las empresas de generar valor añadido. Esto es, medidas que favorezcan la modernización y el reforzamiento del tejido productivo, inversión tecnológica, formación, redes comerciales, producto, mercado, es decir, aspectos centrales que tienen que ver en lo sustantivo también con la organización del trabajo.

Porque lo que la realidad pone de manifiesto es que la mejora de la competitividad de las empresas en un marco económico y comercial cada vez más internacionalizado, no bascula sobre la presión constante hacia la moderación salarial, ni sobre la precariedad laboral; y pone de manifiesto que el argumento de que el aumento de los costes laborales hace menos competitivos los productos, con la consiguiente pérdida de cuota de mercado y la subsiguiente reducción de la riqueza, no se verifica, y que, por el contrario, son las empresas de países con altos salarios las que más riqueza generan. Y es que la competencia entre producciones de países desarrollados y las producciones de países en desarrollo no se produce vía precios, sino que las innovaciones tecnológicas incorporadas a la calidad de los productos de los países más desarrollados es lo que hace más deseables estos productos aunque sean más caros.

Por tanto, es necesario avanzar hacia un decidido impulso de un modelo de competitividad que revierta en un incremento de la calidad del empleo, en una mejora sustantiva del poder adquisitivo de los salarios, en una efectiva reducción de las desigualdades sociales y en el cuidado y preservación del medio ambiente. Un modelo de competitividad que bascule sobre las producciones de mayor valor añadido, que incorporen capital humano y tecnológico y que se oriente básicamente hacia la economía productiva frente al excesivo protagonismo de la financiarización de la economía a que venimos asistiendo.

En este contexto, el sindicalismo no puede asumir una función ni residualista ni resistencialista; por el contrario, la estrategia sindical tiene que gravitar sobre la capacidad de iniciativa, sobre el incremento cualitativo de las propuestas, sobre la definición de una nueva perspectiva de participación sindical.

Una estrategia que debe tener como objetivos afianzar el protagonismo sindical en el establecimiento de las relaciones laborales, en el establecimiento de las condiciones de trabajo, en la definición de una auténtica política industrial, situando como un elemento estratégico la participación sindical en los procesos de innovación, que además debe vincularse a los nuevos desafíos que se han de producir en el seno de las empresas, y que exigen de éstas espacios de participación en materia de organización del trabajo.

De manera ineludible, esto significa también la necesidad de imprimir una nueva orientación a la Negociación Colectiva, una orientación que le permita revitalizar todo su potencial a través de la configuración del convenio colectivo de sector como la auténtica e inequívoca instancia completa de regulación de las relaciones de empleo y de trabajo en su ámbito, y desdeñando, por tanto, orientaciones o líneas de interpretación más económicas que regulativas.

Pero, además, hay que extraer también toda la potencialidad de los artículos 82, 83 y 84 del Estatuto de los Trabajadores, que permiten seleccionar el ámbito del convenio y, por lo tanto, permite crear unidades transversales de contratación que aglutinen a un conjunto de empresas que, perteneciendo a diferentes sectores de actividad productiva, presenten un elemento de cohesión: la prestación de servicios para una misma empresa principal. Este tipo de negociación permite, por tanto, una igualación de las condiciones laborales de quienes participan en un mismo proceso de descentralización productiva, si no con carácter general, sí al menos en relación con determinadas materias que posibiliten tal equiparación.

Sin duda son temas que tienen una repercusión importante respecto de la estrategia sindical en la empresa y al papel de la sección sindical dentro de ella, y que habrá que ir definiendo; pero hay que incorporar esa dimensión al sindicalismo en su elaboración cotidiana, comenzando por abordar desde la propia negociación colectiva una revisión de los ámbitos de negociación, de los funcionales ante todo, pero también de los territoriales, prestando especial atención a los procesos de segregación de empresa, al objeto de la que negociación colectiva dé respuesta a espacios actualmente desprotegidos. No se trata de crear nuevos ámbitos de negociación que acentúen la dispersión actual, sino más bien al contrario, de contener los ámbitos de negociación al tiempo que se amplía su cobertura.

No obstante, abordar este giro tiene implicaciones que no podemos obviar; y las tiene porque se dan en un contexto, como hemos dicho antes, globalizado, lo que proporciona una dimensión supranacional y transnacional de las relaciones laborales. Un contexto en el que la intensificación de los movimientos migratorios han hecho aparecer en la escena laboral a mujeres y hombres de amplias áreas del planeta en busca del trabajo, el bienestar y la supervivencia que les son negadas en sus países de origen.

Se trata, a su vez, de otro gran fenómeno social que pone en cuestión, en primer lugar, las propias bases de las políticas de cooperación económica internacional en el escenario de la globalización, que conmueven los fundamentos del Estado-Nación, que requiere de la acción coordinada de los Estados, de iniciativas políticas y medidas económicas de carácter supranacional, y que evidencian las dificultades del sindicalismo en muchos de los países de origen y, más allá, del propio sindicalismo internacional, porque la mejora de la competitividad y del comercio internacional, en ningún caso puede estar soportada en estos regímenes de privación de derechos.

El sindicalismo tiene que dar respuesta a esta realidad, influyendo más decisivamente para que la incorporación a los mercados laborales de estos trabajadores, permita compatibilizar un alto nivel de competitividad de esas economías con la plena igualdad de los derechos sociolaborales, y en esa respuesta, precisamente, juega un papel muy importante el modelo de negociación colectiva, que tiene que ir poniendo las bases para que éste mire hacia fuera y no actúe, aunque sigue siendo muy importante, exclusivamente en función de la empresa, el sector, o el país en el que se negocie.

Dicho de otro modo: el sindicalismo tiene que impulsar su propia capacidad de negociación más allá de las fronteras nacionales; también su propia capacidad de movilización. Y para afrontar esta perentoria necesidad en las mejores condiciones, se requiere de un movimiento sindical fuerte a nivel global, y que tiene que ser capaz de articular, igualmente, propuestas y respuestas locales.

La apuesta en el ámbito de la Unión Europea no puede ser otra que la de una Confederación Europea de Sindicatos realmente consolidada y titular de los derechos de representación de los trabajadores, que articule una relación bien estructurada entre el sindicalismo de sector, la acción sindical en las empresas transnacionales, y la suma de Confederaciones nacionales, configurándose como un verdadero sindicato supranacional. Intervenir sindicalmente en la reestructuración de las empresas, regular a escala europea los procesos de subcontratación, ampliar las competencias en materia de negociación colectiva de los Comités de Empresa Europeos sobre igualdad de trato, o legislar sobre los trabajadores inmigrantes, supone ir poniendo las bases para un necesario espacio europeo de relaciones laborales.

La Confederación Europea de Sindicatos debe ser, a su vez, un instrumento dinamizador del trabajo sindical, que tiene que abordar a escala planetaria la Confederación Sindical Internacional, porque la CSI es la apuesta básica e irrenunciable para avanzar en la defensa de los derechos humanos, sociales y sindicales en unos lugares, y de defensa y ampliación de conquistas en otros. El sindicalismo debe asumir que en un mundo cada vez más interdependiente, los derechos sólo pueden defenderse haciéndolos extensivos a los demás.

La Confederación Sindical Internacional, que debe convertirse en la base que impulse el internacionalismo sindical, ha de ser el vehículo que permita universalizar la acción sindical, y con ello hacer frente a la internacionalización de una parte de las empresas, así como a la descentralización productiva, en definitiva, a unas condiciones laborales donde el empleo se desregula y precariza.

Igualmente, es necesario también impulsar iniciativas que refuercen el papel de la Organización Internacional del Trabajo, favoreciendo la creación de instrumentos que permitan el cumplimiento de las normas fundamentales del trabajo en condiciones de equidad, allá donde éste se desempeña efectivamente, y del conjunto de sus convenios.

El sindicalismo, por tanto, tiene ante sí el desafío de articular su auténtica dimensión transnacional, lo que influye de manera determinante en cómo debemos concebir las organizaciones sindicales de carácter nacional.

No se agotan aquí los objetivos sindicales. El sindicalismo de clase no puede reducirse a intervenir en el terreno laboral, sino que precisa de una estrategia para intervenir en todo aquello que determina las condiciones de vida del conjunto de la clase trabajadora, de tal modo que esa intervención se salde ganando en equidad, ganando en igualdad, garantizando el efectivo ejercicio de cuanto configura la condición de ciudadanía, aumentando y afianzando el propio protagonismo sindical, y, por lo tanto, tiene que reforzar su protagonismo también en el establecimiento de los criterios sobre los que debe sustentarse el modelo de sociedad.

La progresiva injerencia del mercado en la prestación de servicios básicos, así como la consideración especulativa de otros, singularmente de la vivienda, hacen que el poder adquisitivo de los salarios se vea significativamente mermado, en una espiral creciente que el sindicalismo debe atajar, sin duda, a través de una negociación colectiva que permita la recuperación del poder adquisitivo; pero no es menos cierto que una posición ofensiva por parte del sindicalismo debe tener como objetivo comprometer al Gobierno en la profundización del Estado del Bienestar en nuestro país, de impulsar en el marco de un modelo social europeo sostenible y perdurable la articulación de un modelo social en nuestro país.

Es ahí donde también tiene mucho que decir el sindicalismo de clase, reforzando la acción general, es decir, su vertiente sociopolítica, haciendo del diálogo social una prioridad real, con contenidos sustantivos, promoviendo negociaciones y, eventualmente, acuerdos que incidan, configurándola como un derecho, sobre la garantía efectiva en el acceso a bienes y servicios básicos para el conjunto de la sociedad y, significativamente, para sus sectores más vulnerables al riesgo de pobreza y exclusión social, no desde una concepción asistencial, sí desde la concepción de cohesión y equidad que está en la base del modelo social europeo.

Un modelo que también está siendo presionado por los efectos de la globalización, significativamente por los fenómenos migratorios, porque en la medida en que el gasto social de los distintos países se incrementa muy por debajo de lo que lo hace su economía, los grupos sociales más desfavorecidos, entre ellos la población inmigrante, compiten por algunas prestaciones sociales, generándose así no sólo una ampliación del empobrecimiento social, sino también fenómenos inducidos de xenofobia y racismo o, lo que es lo mismo, la materialización de una nueva fragmentación social.

El sindicalismo tiene pues que hablar, decididamente, de gasto público, y para hacerlo tiene que hablar de fiscalidad, y tiene que hablar de estos temas porque, sin duda, tiene mucho que decir en la medida en que política fiscal, salario directo y salario diferido, siempre van de la mano: si la capacidad de recaudación del Estado es menor, los servicios públicos y los sistemas de protección social se debilitan, lo que deriva en unos servicios y unos niveles de protección social de mínimos, rayando el concepto de beneficencia.

Los servicios públicos y los sistemas de protección social no han sido, desde una perspectiva histórica, una concesión: son un logro de la clase trabajadora, y corresponde por tanto a los propios trabajadores su defensa y su ampliación. Por eso tampoco aquí el sindicalismo puede plantearse una posición tibia o residualista; por el contrario, debe ser capaz, en primer lugar, de rebatir los argumentos neoliberales con relación a la bondad de la “colaboración” entre lo público y lo privado en la prestación de servicios públicos, como debe acometer una auténtica labor de pedagogía sindical que traslade a los trabajadores y trabajadoras, al conjunto de la ciudadanía, el auténtico calado, mensurable incluso en términos de niveles de pobreza, que tienen los servicios públicos, los sistemas públicos de protección social.

Por eso el sindicalismo no puede mirar hacia otro lado cuando se plantean políticas desfiscalizadoras que, a la postre, no sólo están cambiando servicio por mercado, sino que, además, imposibilitan que se acometan otra serie de inversiones necesarias para compensar los graves déficit que aún existen en nuestro país, y que son determinantes para garantizar la sostenibilidad de los servicios públicos y los sistemas de protección social en la medida en que lo son para garantizar la sostenibilidad del propio crecimiento económico.

En función de todo ello, el sindicato tiene que abordar también sus propios retos como sujeto, sus retos organizativos, que deben ser afrontados desde el principio de la confederalidad, en el buen entendimiento de que cuando hablamos de confederalidad no estamos aludiendo sólo ni principalmente a una estructura, a un conjunto de normas o reglas por el que se vinculan distintas organizaciones entre sí; confederalidad es, ante todo, representación general de los derechos e intereses de los trabajadores, partiendo de su diversidad, defendidos y promovidos desde un programa compartido, e inspirado en valores que identifican al sindicato y lo diferencian de otras organizaciones, con capacidad para presionar, negociar y acordar, con capacidad para unir voluntades políticas y sociales.

Confederalidad que requiere situar la participación en el centro del discurso y de la práctica sindical, porque la práctica sindical, los modos de hacer del sindicalismo, los procesos de movilización, de negociación, la toma de decisiones, precisan de un proceso de construcción participada, que es lo único que legitima la representación, porque, si no, la representación se convierte en suplantación.

Este llamamiento a la participación cuenta, sin embargo, con afrontar otro gran desafío para el sindicalismo; un desafío que podemos caracterizar como la superación de un cierto alejamiento de determinados colectivos de trabajadores y trabajadoras respecto a las estructuras sindicales, precisamente de aquellos sobre los que la fragmentación del mercado de trabajo ha supuesto una mayor precarización, y para los que los procesos de identificación, tanto de los propios trabajadores entre sí, como de los trabajadores con el sindicato, cuentan con más dificultades que en épocas anteriores.

Pero precisamente sólo a través de la participación seremos capaces de identificar los intereses de los trabajadores, a veces contrapuestos entre sí, de elaborar planteamientos de síntesis que sepan articular las diferencias en un planteamiento general, de organizar a los trabajadores desde un planteamiento emancipador, por lo tanto, consciente y crítico, alejado del creciente protagonismo que en el sindicato está adquiriendo la “cultura de lo fugaz”, que se materializa en acciones puntuales que, sin embargo, no se dotan de una continuidad necesaria en la medida en que no están articuladas en una estrategia sindical.

Soy consciente, de otra parte, que realizo esta intervención a escasos meses de la realización del 9º Congreso Confederal de CC.OO. Creo que la celebración del Congreso es el mejor momento para reforzar el debate, la participación, y con ello impulsar el protagonismo sindical, poniendo al sindicato a la ofensiva.

El 9º Congreso de CC.OO. se va a realizar en un escenario de creciente desaceleración de la economía, de crecimiento también del desempleo, pasando el sector de la construcción de motor, a lastre de la economía.

La desaceleración del crecimiento económico, las previsiones del Gobierno pasan del 3’1 por ciento para este año 2008, al 2’3 por ciento. El desempleo con datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), se ha situado en el 9’7 por ciento, una cifra sin duda preocupante. El crecimiento del desempleo está afectando básicamente a los sectores de la construcción y de los servicios.

Este proceso de desaceleración debería ser un punto de inflexión hacia un nuevo modelo productivo, económico, social y medioambientalmente sostenible. Y ello conlleva orientar tanto la inversión pública como la privada, hacia actividades de mayor valor añadido.

Efectivamente, no estamos en una crisis en términos económicos, ya que para hablar de crisis económica deben producirse tres trimestres consecutivos de tasas negativas de crecimiento del Producto Interior Bruto, pero sí se puede hablar de crisis en términos gramscianos: “cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”.

En este sentido, es muy preocupante que el creciente -aunque insuficiente todavía- esfuerzo en Investigación, Desarrollo e innovación de nuestro país, se esté realizando casi exclusivamente por el sector público. El reparto entre I+D+i en España entre el sector público y el privado es inverso al de los países europeos más avanzados. En nuestro país las empresas apenas representan un 25 por ciento del gasto global en I+D+i.

En este escenario hay que ganar en capacidad de propuesta y de iniciativa, para un momento en el que la acción del sindicato es fundamental en materia de empleo.

Como lo es también para un Congreso en el que el debate y la reflexión se tienen que imponer.

Un Congreso, el 9º de la Confederación Sindical de CC.OO., que ha de abordar nuevas respuestas sindicales y organizativas a los cambios que se vienen produciendo en materia de organización del trabajo, a los procesos de descentralización productiva, como a los que se desprenden de la existencia de nuevos colectivos, de una sociedad más diversa, y de la emergencia de nuevas necesidades sociales.

Una prioridad sindical es el que se acometa un cambio acelerado y profundo del modelo de crecimiento económico en el que se ha venido sustentando nuestro país. Un cambio que haga girar la actual estructura económica hacia la economía productiva, con mayúsculas, lo que exige, a la vez, del desarrollo de políticas industriales basadas en la inversión, el desarrollo y la innovación tecnológica, por consiguiente, en la formación, porque sólo sobre ese modelo se puede reconstruir un mercado de trabajo con mayores niveles de estabilidad y, consecuentemente, con menor fragmentación y precariedad, lo que, de hecho, se convierte en la base para mayores niveles de productividad y competencia de las empresas.

Ello exige también abordar sin dilación el actual proceso de individualización de las relaciones laborales, su mercantilización en el extremo, y los fenómenos de precarización que esto conlleva; fenómenos que están creando una situación de auténtico empobrecimiento y de reforzamiento de la situación de subordinación, para un número nada despreciable de trabajadores y trabajadoras a los que, precisamente, el sindicato tiene que dar respuesta.

La negociación colectiva debe ser objeto de una nueva orientación que le permita poner en valor todo su potencial regulativo, dando respuesta a los fenómenos de descentralización productiva, externalización y subcontratación; fenómenos todos ellos que, además, están muy vinculados a la existencia de empresas de carácter global, lo que de hecho se convierte en un gran desafío para el moviendo sindical, que tiene que reformular estructuras organizativas y también nuevas estrategias sindicales.

Y, simultáneamente, más sindicato en la empresa, más presencia en la pequeña empresa, a la que habrá que dotar de estructuras estables, para conseguir con ello estabilidad en la presencia del propio sindicato en la misma, de unos mayores niveles de coordinación y también de formación sindical.

Más sindicato en la empresa, para ganar en capacidad de iniciativa, en poder contractual, en poder de negociación, para el desarrollo de la acción sindical, en la relación con los trabajadores, en afiliación.

Nuevos derechos para el sindicato, tanto en la gran empresa, como en la mediana y en la pequeña. Derechos que van a requerir de cambios en la Ley Orgánica de Libertad Sindical, por el lado de la norma, por tanto; pero también a través de la negociación colectiva.

Más sindicato en la empresa, para más sindicato en la sociedad. Este doble anclaje que en términos organizativos representan las estructuras de rama y de territorio, sigue siendo básico e insustituible para el desarrollo de un sindicalismo de carácter confederal, para representar y defender los intereses generales del conjunto de los trabajadores.

Hay que abordar también el necesario impulso para articular y desarrollar un modelo social para nuestro país, que amplíe las políticas públicas de bienestar, que vertebre e integre las existentes, que supere los déficit que en Estado de Bienestar siguen existiendo con relación a los países más avanzados de la Unión Europea.

Y hay que hacerlo a la ofensiva, para derrotar a los críticos con el Estado de Bienestar, y a los defensores del neoliberalismo, aquellos que como viene ocurriendo en algunas Comunidades Autónomas, gestionan servicios públicos sin creer en ellos, desmontándolos en parte, abriendo las puertas a la iniciativa privada.

Una ofensiva desde el convencimiento de que modelo social es Estado de Bienestar, Seguridad Social fuerte, negociación colectiva y Normas laborales, y no otra cosa, no es sólo fundamental por sí mismo, sino que es una fuente de ventajas competitivas: garantiza la solidaridad, amortigua el impacto adverso del cambio, estimula la responsabilidad de las empresas, y promueve las oportunidades de empleo estable y de calidad.

Afrontar estos retos de manera solvente pasa necesariamente por un incremento cualitativo y cuantitativo de la participación, concibiéndola no como un objetivo, sino como el suelo en el que se asienta la vertebración de una organización, singularmente de una organización como CC.OO.

Y a los retos sindicales presentes y futuros, a los nuevos espacios de intervención sindical que hay que impulsar, hay que añadir la exigencia de la formación sindical, que tiene que dejar de ser algo secundario en el quehacer diario, que debe contribuir a cualificar a la organización y a las centenares de miles de personas que a ella están afiliadas.

Un mundo en continua evolución, tanto en el terreno tecnológico como en el económico, social, político y cultural, exige del sindicalismo que sepa transformarse, que afronte nuevos retos, que incorpore nuevas dimensiones a su acción sindical, que incorpore a nuevos colectivos también, que conquiste nuevos espacios de intervención.

Por muy complejo que sea el hecho social, por muy fragmentada que esté la clase trabajadora, por muy diversos que sean sus intereses, por muchas formas que adopte el conflicto, el sindicalismo no puede renunciar a su protagonismo.

Un protagonismo que no puede quedarse en la superficie de los acontecimientos, sino que tiene que hacerse cada vez más denso, ganando en extensión, pero ganado sobre todo en profundidad. Una organización sindical no puede caer en la autocomplacencia, ni en el resistencialismo, porque ambos, autocomplacencia y resistencialismo, son las dos caras de la misma moneda; ambos carecen de horizonte, ambos, en el fondo, son inmovilistas.

Y para ello es preciso definir una estrategia sindical; una estrategia que sirva para impulsar el protagonismo sindical, para ganar en capacidad de propuesta, de iniciativa, en poder contractual, para dar nuevas respuestas organizativas.

En definitiva, sólo desde el fortalecimiento inteligente, valiente y plural del sindicato, se puede afrontar el sindicalismo de hoy.

FUNDACIÓN SINDICAL DE ESTUDIOS.

MAYO DE 2008.

sábado, 10 de mayo de 2008

Marcelino Camacho: "Si volviera a empezar, volvería a hacer otra vez lo mismo"


El antiguo presidente del sindicato ha sido homenajeado esta mañana en la sede del Partido Comunista de Aragón y no en la fiesta del Parque Grande debido a la lluvia.

El histórico sindicalista Marcelino Camacho dijo hoy, antes de recibir un homenaje del Partido Comunista de Aragón, que su vida no ha cambiado para "ganar algo o no ganar" y que si volviera a empezar "volvería otra vez a hacer lo mismo".

Marcelino Camacho, fundador, ex secretario general y antiguo presidente de CC.OO, que cumplió noventa años en enero, llegó acompañado por su mujer, Josefina Samper, al homenaje que se celebró en la sede del partido, ya que en principio estaba previsto que tuviera lugar en el Parque Grande de la capital aragonesa pero tuvo que suspenderse por la lluvia.

Antes de comenzar el acto, manifestó que el homenaje tiene "el valor que tiene toda una vida". Recordó que comenzó en UGT pero que pensaron que "había que crear un sindicalismo de clase más combativo" y surgió una comisión de trabajadores y mineros, que desembocó en una central sindical, Comisiones Obreras, de la que tiene el carné número uno, dijo.

"Mi vida no ha cambiado, tengo el Premio de la Coherencia, que me han dado últimamente", señaló Camacho. El homenaje a Marcelino Camacho, al que asistieron un centenar de personas, se celebró en el marco de la fiesta anual del Partido Comunista de Aragón que este año lleva por lema "Democracia, Revolución, Comunismo".

LOS ASISTENTES AL HOMENAJE

Al mismo asistieron diferentes representantes sindicales como Jorge Aransanz, de la Ejecutiva de CCOO Aragón; Julián Loriz, secretario general de UGT Aragón; José María Pina, secretario general de OSTA y Jesús Cuartero, secretario general de USO Aragón, además del coordinador general de IU en la Comunidad Autónomas, Adolfo Barrena.

Con este acto, el Partido Comunista de Aragón quiso mostrar a Marcelino Camacho y a Josefina Samper el cariño de todos los trabajadores aragoneses y reconocer su figura histórica, dijo a efe su secretario general Raúl Ariza.

Además, agregó Ariza, es un reconocimiento a un símbolo vivo de la lucha de la clase obrera y del movimiento sindical, un estandarte del movimiento obrero en el estado español, un ejemplo de lucha y compromiso, por lo que merece un reconocimiento amplio de la sociedad y organizaciones sindicales.

EL PERIÓDICO DE ARAGÓN.

Zaragoza, 10 de mayo de 2008.

sábado, 3 de mayo de 2008

IX Congreso de CCOO: el momento del debate


Manolo García Morales.

Secretario General de FECOHT de CCOO-Andalucía y responsable de la Secretaría del Mundo del Trabajo del Partido Comunista de Andalucía.

En breve comenzara el debate público de las ponencias congresuales de CCOO. Se quiere que el millón doscientos mil afiliados y afiliadas tengan en el mes de Junio las propuestas programáticas que empezaran a discutirse en todas las organizaciones de base desde el 1 de Septiembre para concluir en el congreso a finales de diciembre. La novedad es que, una vez conocida por toda la afiliación estas propuestas, se podrán dirigir directamente a la comisión de ponencias, propuestas o textos que deberán examinarse para el enriquecimiento de ellas.

Para quienes conciben el mundo del trabajo, las relaciones de producción como la cuestión central de la sociedad, el debate es apasionante. Se debaten todos los grandes temas que preocupan a los trabajadores y trabajadoras. Entre otros: el avance hacia el empleo estable, la salud laboral, la igualdad, la educación, la vivienda, la Seguridad Social, la política fiscal, la sanidad, los servicios públicos, la migración, las pautas de la negociación colectiva, la acción sindical internacional, la construcción europea, la lucha por la paz, el modelo productivo, el desarrollo sostenible, la organización y las estructuras que debe dotarse el sindicato para la mas amplia participación de la diversidad de la clase obrera actual.

La militancia comunista que trabaja en el frente sindical de CCOO debería tener en cuenta en el proceso que se abre lo siguiente:

1. Es una ocasión única, (porque se repite de tarde en tarde) para debatir directamente, primero en los centros de trabajo y en las asambleas de zona, y luego en las estructuras de cuadros, las propuestas que hacemos de política sindical. Tenemos la ocasión, de influir con nuestras ideas en un debate amplio de masas, que no viene determinado por la agenda que nos marcan los medios de comunicación. Ciertamente aunque la convocatoria para el debate es general, muchos compañeros y compañeras son reacias a participar en el. Tenemos que sumarnos a la tarea de que participen y opinen el mayor número de compañeros y compañeras.

2. Barricadas de ideas, que no de piedra como decía José Martí. Es el momento de afilar nuestras propuestas, de dar nuestras explicaciones, de contraponer argumentos. Es el momento de esforzarnos en el estudio. El problema no es perder votaciones, el problemas es perder los debates, no saber argumentar nuestras razones. Si conquistamos las ideas, conquistamos los corazones. O como decía Lenin, sin teoría (revolucionaria) no hay práctica (revolucionaria).

3. Al debate tenemos que ir con un espíritu constructivo. Se trata de acotar las diferencias (ya se han señalado algunas clásicas de los últimos años, acuerdos generales por la estabilidad en el empleo, acuerdos de moderación salarial, aceptación de recortes de seguridad social, aceptación como mal menor de una construcción europea de corte neoliberal, déficit democráticos en el funcionamiento de la organización etc.), pero también de señalar las coincidencias que permiten una acción común y unitaria por los intereses inmediatos de nuestra clase. Señalar las diferencias y las coincidencias, y también saber escuchar. Los compañeros y compañeras tienen cosas que decir, tienen su propia experiencia acumulada, problemas detectados, propuestas que hay que recoger e integrar en el debate.

4. El debate debe servir para fortalecer al sindicato no para debilitarlo, para unirlo no para dividirlo, para armarlo de conceptos y estrategias, no para paralizarlo. Tenemos que intentar que nuestras ideas y nuestra influencia avancen, pero tiene que quedar claro que nuestro objetivo es el fortalecimiento de la herramienta sindical para defender los intereses de la clase y no otros. Mas en unos momentos donde “negras tormentas agitan los cielos” y nos esperan momentos difíciles de ataques contra el empleo, los salarios, los derechos y la protección social.

Los sindicalistas, las sindicalistas, del Partido tienen que ponerse manos a la obra. Toda la militancia que tenga algo que aportar también. El esfuerzo merece la pena. El trabajo en el Movimiento Obrero, con tareas concretas como esta son las que que ayudaran a la reconstrucción de Izquierda Unida y a la revitalización del PCE, como referentes políticos con capacidad de intervención en la actual lucha política, que sigue siendo lucha de clases.

MUNDO OBRERO.

MAYO DE 2008.

La crisis tiene culpables, que la paguen ellos



AGRUPACIÓN DE PROFESIONALES DEL PCM

viernes, 2 de mayo de 2008

Centenares de miles de personas se manifiestan el 1º de Mayo para pedir más igualdad y mejores salarios


Fidalgo, en el 1º de Mayo, defiende la mejora de los salarios y advierte que los sindicatos no permitirán que se recorten los derechos sociales.

Miles de personas – más de 25.000 sólo en Madrid- se han manifestado en decenas de ciudades españolas durante la celebración del 1º de Mayo. En su discurso al término de la manifestación de Madrid, que encabezó junto a Cándido Méndez, el secretario general de CCOO, José María Fidalgo, reivindicó salarios dignos e igualdad entre hombres y mujeres, jóvenes y trabajadores mayores, y entre nacionales e inmigrantes, al tiempo que apostó por una economía centrada en inversiones no especulativas y “no en el ladrillo”.


El secretario general de CCOO defendió la mejora de los salarios porque no retribuir bien a los trabajadores "es atentar contra la primera riqueza del mundo, que no es el dinero de los bancos ni el ladrillo". Para Fidalgo, el actual modelo de crecimiento es "inmoral" porque se basa en dos grandes mentiras: la de vender un bien básico como la vivienda a precios inasequibles y la de la "usura", es decir, la de impulsar el crecimiento económico a través del endeudamiento de las economías familiares.

En este sentido, aseguró que el Gobierno y los sindicatos están decididos a cambiar el rumbo de este modelo que, en todo caso, debe apoyarse en la primera riqueza de un país, la del trabajo. "Cuando el trabajo es de quita y pon y se maltrata a los trabajadores se cae en la pobreza y se cae la economía. Si el trabajo no está arriba, esto se hundirá cada diez años y los trabajadores siempre serán las víctimas de este ciclo inmoral", denunció Fidalgo.

Respecto a la petición del presidente de la patronal catalana, Joan Rosell, para que los salarios se vinculen a los beneficios empresariales, ironizó que debería publicarse en la primera página de las revistas satíricas 'El Jueves' o 'Hermano Lobo'. 'Ahora hay que socializar la caída de los beneficios', dijo el secretario general de CCOO.

Ante la desaceleración que está viviendo la economía española, tanto José María Fidalgo como Cándido Méndez en los discursos que cerraron la manifestación del 1º de Mayo, señalaron que pedirán al Gobierno que garantice la protección a los desempleados, que mejore los servicios públicos de empleo y la coordinación entre las comunidades autónomas a través de una nueva Ley General de Empleo.

CCOO